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El arte en el interiorismo: cómo la neurociencia demuestra que la belleza transforma el cerebro

Descubre cómo el arte integrado en la decoración influye en el bienestar, la emoción y la cognición humana. Basado en estudios de neuroestética y neuroarquitectura.

Más que Blanco - Interiorismo & Arte

10/21/20254 min read

Durante siglos, el arte ha sido visto como un lujo estético, una expresión de belleza o de estatus. Sin embargo, hoy sabemos que el arte no solo decora los espacios: los transforma a nivel cognitivo, emocional y neurológico. La ciencia ha comenzado a demostrar que aquello que percibimos en nuestro entorno —formas, colores, texturas, luz y obras artísticas— tiene un impacto directo en nuestro bienestar, atención y emociones.

Del arte como ornamento al arte como experiencia cerebral

La disciplina de la neuroestética, impulsada por el neurólogo Anjan Chatterjee (Universidad de Pensilvania), ha demostrado que la experiencia estética activa redes cerebrales vinculadas con el placer, la empatía y la memoria. Según Chatterjee, “nuestro cerebro responde al arte no solo como un espectador pasivo, sino como un participante emocional y corporal de la experiencia visual”.

De hecho, investigaciones recientes como la de Coburn et al. (2020) en la University of Pennsylvania School of Medicine identifican tres dimensiones psicológicas que explican cómo experimentamos los interiores arquitectónicos:

  • Coherencia, o la facilidad con la que comprendemos y organizamos visualmente un espacio.

  • Fascinación, la riqueza visual que mantiene nuestra atención.

  • Hominess, la sensación de hogar, acogida y pertenencia.

Según los autores, los espacios que logran equilibrar esas tres dimensiones activan regiones cerebrales asociadas al bienestar y la curiosidad, como el giro lingual y el cuneus. Dicho de otro modo: un entorno estéticamente bien diseñado puede literalmente “recalibrar” nuestro estado emocional y cognitivo.

El arte como arquitectura emocional

La neuroarquitectura, disciplina que une arquitectura y neurociencia, profundiza en este concepto. El estudio de Djebbara et al. (2024) plantea la idea de una “neuroestética contemplativa”, donde el entorno —y el arte en él— puede inducir estados de calma, concentración o introspección.
En palabras de los autores: “los espacios que invitan a la contemplación activan redes sensoriomotoras que reducen la carga cognitiva y favorecen la autorregulación emocional”.

Así, una obra de arte no es un elemento aislado: es parte de un ecosistema perceptivo.
Una escultura con textura orgánica puede estimular el sentido del tacto, una pintura abstracta puede activar el córtex prefrontal asociado a la curiosidad, y un mural con formas curvas puede generar sensaciones de seguridad gracias a la activación de la corteza cingulada anterior, como demostraron Banaei et al. (2017) en su estudio con EEG y realidad virtual.

Cuando el arte genera empatía

Más allá de lo visual, el arte también despierta procesos emocionales profundos. El psiquiatra Mark Agius (2018) mostró que la contemplación de arte visual activa las neuronas espejo, las mismas que utilizamos para sentir empatía. Según Agius, “el arte nos permite acceder a la emoción del otro; es una forma de empatía encarnada”.
Esto explica por qué ciertos retratos o escenas naturales pueden provocar una sensación inmediata de conexión o calma: el cerebro “refleja” la emoción percibida en la obra.

Diseñar para el bienestar: arte con propósito

A la luz de esta evidencia, el interiorismo contemporáneo ya no se limita a crear espacios bellos, sino espacios con propósito cognitivo y emocional.
Algunos principios derivados de la investigación científica:

  1. Coherencia visual: el arte debe integrarse en armonía con materiales, luz y mobiliario.

  2. Fascinación moderada: elegir obras que atraigan la atención sin saturar la mente.

  3. Iluminación consciente: la luz natural y los reflejos influyen en la percepción emocional.

  4. Significado personal: las obras con carga simbólica o cultural aumentan la conexión emocional.

  5. Escala y posición: la ubicación del arte respecto al horizonte visual influye en equilibrio y confort.

  6. Evitar la sobrecarga sensorial: menos piezas bien integradas generan más bienestar que un exceso decorativo.

En palabras de Chatterjee y Coburn (2021), “el diseño no es solo lo que se ve, sino lo que el cerebro siente al habitarlo”.

Conclusión: la belleza como ciencia del bienestar

El arte, cuando se integra en el diseño interior con conocimiento neurocientífico, deja de ser adorno para convertirse en una herramienta de bienestar cognitivo y emocional. Los espacios que incorporan obras artísticas cuidadosamente seleccionadas pueden mejorar el ánimo, estimular la creatividad, reducir el estrés y fomentar la empatía.

Como resume la diseñadora y divulgadora Anjan Chatterjee, “vivir rodeados de belleza no es un lujo: es una necesidad biológica”.

El desafío del interiorismo actual no es solo crear lugares bellos, sino crear lugares que nos hagan sentir, pensar y sanar.

Referencias

  • Coburn, A., Vartanian, O., et al. (2020). Psychological and neural responses to architectural interiors. Neuroaesthetics Laboratory, University of Pennsylvania.

  • Chatterjee, A., Coburn, A., & Weinberger, A. (2021). The neuroaesthetics of architectural spaces. Frontiers in Human Neuroscience.

  • Djebbara, Z., et al. (2024). Contemplative neuroaesthetics and architecture: A theoretical framework. Frontiers of Architectural Research.

  • Banaei, M., et al. (2017). The Impact of Interior Forms on Human Brain Dynamics. Frontiers in Human Neuroscience.

  • Agius, M. (2018). Neuroscience and Visual Art: Moving through Empathy to the Ineffable. Psychiatria Danubina.